Safo fue la primera poetisa de la historia. No porque fuera la primera mujer: se podría decir que ella inventó la lírica junto con su contemporáneo, Alceo, tal y como ha llegado hasta nosotros. Vivió en la isla de Lesbos entre los años 650-580 a.C., donde enseñaba poesía a las hijas de los aristócratas. Solía tomar amantes entre sus discípulas, y escribir sobre esas relaciones.
En sus poemas habla de sexualidad en bellas imágenes y metáforas, una intimidad hermosa y delicada.
Me he puesto muy triste después de mi euforia inicial, cuando estos Reyes me trajeron las obras completas de Safo (escribió 9 libros de poesía, pero no se conservan sino fragmentos, unos 108 poemas más o menos, y la mayoría son citas de sus obras en otros tratados). Su poesía me ha encantado, porque la leo y al tiempo que me desplazo a otra época indefinible, es como si me estuviera susurrando un poeta actual.
Solo que hay tanto en sus poemas que me trae recuerdos amargos, sentimientos compartidos y tristeza.
Como este:
No es justo, Mica, de tu parte
pero a ti yo no voy a renunciar.
Has escogido el amor de las Pentílidas
niña de mal carácter, mas nosotras
...un dulce canto...
...de sabor de miel...
...silbadores vientos...
...húmeda de rocío...
También Mica escogió el amor de las Pentílidas antes que a mi, pero es innegable que lo que compartimos no tiene comparación.
Y estos:
Se han ocultado ya
las Pléyades, la luna: mediada esta la noche,
la hora propicia escapa
yo duermo sola.
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Sufres olvido de mí,
o amas a otra persona
distinta de mí.
Pero los hay bonitos y alegres, aunque suelen ser tan solo frases sueltas, como este:
Vamos, pues, lira divina
hablame, hazte sonora
Y dos muy largos (para la longitud media de los poemas de Safo) que me hacen pensar en cosas que son, que fueron y que ni son ni fueron.
Dicen unos que una tropa de jinetes, otros la infantería
y otros que una escuadra de navíos, sobre la tierra
oscura es lo más belllo; mas yo digo
que es lo que una ama.
[...]
...Porque ahora me has hecho recordar a Anactoria,
que no está junto a mi,
y de ella quisiera contemplar
su andar que inspira amor y el centelleo radiante de su
rostro
antes que los carruajes de los lidios y antes que los
soldados
en pie de guerra
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Un igual a los dioses me parece
el hombre aquel que frente a ti se sienta
de cerca y cuando dulcemente hablas
te escucha, y cuando ríes
mi corazón volcar dentro del pecho.
Miro hacia ti un instante y de mi voz
ni un hilo ya me acude,
la lengua queda inerte y un sutil
fuego bajo la piel fluye ligero
y con mis ojos nada alcanzo a ver
y zumban mis oídos;
me desborda el sudor, toda me invade
mucho para estar muerta.
No soy de esas de carácter irritable,
yo tengo sosegado el corazón.
Para mi cambiaría la primera palabra de cada verso con la del otro.
Intervengo para añadir que estoy totalmente de acuerdo con los críticos (positivos) de entonces: Safo es la décima musa.